lunes, 7 de febrero de 2011

Escritura autobiográfica y destinatario

Francisco Javier Hernández escribe un interesante ensayo sobre la ESCRITURA AUTOBIOGRÁFICA Y DESTINATARIO, a continuación transcribo un fragmento.
La esencia del discurso autobiográfico radica en hacer de la propia vida del escritor materia y objeto de escritura, en escribir para contarse, movido por una necesidad interior que se canaliza y organiza sin más reglas que las que el propio escritor quiera darle. Y es esta necesidad de escribir sobre sí mismo la que se halla en el origen:
d’un discours sans modéles codifiés, mal intégré dans le systéme des genres littéraires, donc privé de statut reconnu (Starobinski, 1970: p. 84)
Esta pulsión genética va acompañada, en la mayoría de los casos, de la búsqueda y el establecimiento de una complicidad que el escritor intimista considera absolutamente necesaria para la realización de su obra. El discurso autobiográfico es, de todos los discursos literarios, aquel en el que incide con más intensidad la presencia de un destinatario, bien sea un hipotético e indeterminado futuro lector, bien sea, según la moderna crítica literaria, un narratario, es decir, un destinatario inscrito en el texto. La escritura autobiográfica no es sólo ensimismamiento sino, como dice María Zambrano, salida de sí, huida y al mismo tiempo reencuentro de la propia identidad. El escritor intimista busca abrir sus límites, trasponerlos y encontrar, más allá de ello, su unidad acabada Espera como el que se queja, ser escuchado, espera que al expresar su tiempo se cierre su figura; adquirir por fin la integridad que le falta (Zambrano, 1995: 37). La ambigüedad existente entre el movimiento de repliegue sobre la propia interioridad y el impulso de exteriorización es evidente:
¿Se trata, pues, de una escritura intransitiva, narcisista, ensimismada en su propia contemplación? Sí y no. Sí, porque implica una reflexión, digamos heurística sobre la propia identidad. Y no, porque su naturaleza es complementaria, anda a la busca de un interlocutor que le exonere de tanta soledad biográfica acumulada (Caballé. 1996: 6).
O dicho en lenguaje neo-crítico:
Le champ énonciatif se construit dans le pacte entre un énonciateur/narrateur/scripteur et un énonciataire/narrataire/lecteur, ces deux instances renvoyant à la dialectique de l’identité et de la différence. La communication s’effectue á sens unique par le canal de lécrit, de l’énonciateur vers l’énonciataire (Chanfrault- Duchet, 1983: 99).
Resulta, por consiguiente, que en este tipo de literatura, el papel del lector es fundamental (Romera Castillo, 1980: 6). Y es en ese papel fundamental en el que Philippe Lejeune se basa para elaborar su famosa teoría del pacto biográfico como condición primordial de la autobiografía. Según dicha teoría, el pacto autobiográfico es un contrato de lectura que el autor suscribe con el lector por medio del cual asume explícitamente la identidad con el protagonista del relato autobiográfico. Autor, narrador y personaje quedan así identificados en el interior del texto y es esa triple identidad, manifestada en las declaraciones previas o colaterales (titulo, prólogo, notas, acotaciones, etc) o en el mismo texto de la obra, la que, de alguna manera queda garantizada por el pacto. Sin embargo no hay que exagerar ese carácter contractual ni siquiera en aquellas autobiografías en que el pacto es más evidente, y con muy buen criterio Philippe Lejeune (1986) matiza sus primitivas afirmaciones y sale al paso de posibles errores de interpretación. Más que por un contrato en sentido estricto —con todas sus connotaciones jurídicas— Lejeune se inclina por una ilusión o un deseo proyectivos que el autor explicita en grado muy diverso:
Passant un accord avec le narrataire dont Ii construit l’image, l’autobiographe incite le lecteur réel à entrer dans le jeu et donne l’impression d’un accord signé par les deux parties. Mais on voit bien que le lecteur réel peut adopter des modes de lectura différents de celui qui lui est suggéré et que surtout beaucoup de textes publiés ne comportent nullement un contrat explicité (Lejeune, 1986: 21-22).