lunes, 3 de enero de 2011

Reminiscencia (I)

Soy un convencido de que la escritura autobiográfica cumple una función terapéutica indiscutible, y no sólo a una determinada edad (madurez, tercera edad), sino en cualquier etapa de la vida. La Dra. Beatriz Sepúlveda López, Directora General de GRESMA (Grupo de Especialistas en Salud Mental) analiza las funciones de la reminiscencia en un artículo publicado en la revista Médico Moderno de octubre de 2010.

DETERIORO INTELECTUAL Y REMINISCENCIA

“El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos”
Henri Fréderic Amiel

Cuando se pregunta a las nuevas generaciones acerca de las características que son más relevantes en la forma de ser de los ancianos, como una de las primeras respuestas a esta descripción se hace hincapié en el hecho de que los abuelos constante y, en ocasiones, repetidamente cuentan hechos del pasado, de su historia. Éstos son los relatos que no parecen tener sentido para quien los oye, digo oye porque escuchar es poner atención para luego conservar esa información como parte del bagaje personal, reiterando que uno de los prejuicios generalizados que pesan sobre los adultos mayores desde la sociedad y, también, desde ellos mismos, es el creer que recordar el pasado es malo, nocivo e indicativo contundente de deterioro.
La psicología clínica lo considero durante mucho tiempo como un proceso regresivo, de goce con un pasado ya inexistente, muchas veces teñido de fantasía, y se le relacionaba en forma peyorativa con el deterioro intelectual. Esta idea traspasó los límites de la clínica y pasó a formar parte de la sabiduría popular en forma prejuiciosa y gerontofóbica. La realidad es que recordar el pasado para los adultos mayores e incluso para todo grupo generacional es, definitivamente, una prueba fehaciente de vida consciente, de aprendizaje mediante experiencias pasadas, de soluciones e implica un gran trabajo cognitivo que a nivel psicodinámico es altamente favorecedor, como podremos ver a continuación.
Se llama reminiscencia a la función que permite recordar pensando o relatando hechos, actos o vivencias del pasado, por lo general vivenciados con un matiz placentero. Salvarezza (1988) la define con mayor precisión diciendo que es “una actividad mental organizada, compleja y que posee una finalidad instrumental importantísima: la de permitirle al sujeto reafirmar su autoestima cuando sus capacidades psicofísicas y relacionales comienzan a perder vitalidad”. Es una actividad psicológica universal, no sólo necesaria en el envejecimiento y en la vejez, ya que es saludable porque favorece la integración del pasado al presente, le da continuidad, reforzando así la pertenencia y la identidad.
Algunos gerontólogos norteamericanos, clasifican en varios tipos la reminiscencia, así hablan de la integrativa, narrativa, obsesiva, instrumental, transmisiva, pero resulta de utilidad conocerlas para aplicarlas en distintas oportunidades.
El recordar actúa como una ‘revisión de vida’ y da la posibilidad de llevarnos a realizar una reconstrucción de la historia personal. Es una función que se ejercita a través de la memoria, se recuerda a toda edad pero es más específica en la etapa de envejecimiento.
Cuando uno rememora, revisa los recuerdos, los mira desde el presente y puede capturar las emociones que acompañan a ese episodio que hoy es recordado. Así pues, éste es un proceso vital, normal y saludable del envejecer.
Se puede usar de dos formas el recordar el pasado; algunas veces como huida o como negación a la vida actual, queriendo fijar en el momento que corresponde al recuerdo el tiempo; es un mecanismo de defensa que evita mirar la realidad. Este tipo de memoria corresponde entonces al tipo de reminiscencia obsesiva que mencionamos antes, como podemos pensar esta forma de recordar no es saludable ya que lleva al retraimiento y constituye en un elemento patológico al desviar al sujeto de la realidad. La reminiscencia es otra forma de recordar.